V ida, cuando mi hija Salome tenía 3 años reconocía ante sus ojos el abecedario. Tumbadas en la cama de una vieja casa, se sorprendía al encontrar vocales y consonantes en las vigas de madera y geometrías de la arquitectura. Recuerdo salir de mi mirada adulta para reencontrarme con la suya.
De niña yo también veía realidades ajenas al mundo adulto. Fui capaz de volar, de transformar objetos y pintar la oscuridad de la noche…
Ahora me encuentro aqui, quien sabe en qué parte del camino, entre realidades que me producen tristeza, las lloro y en el río de las lágrimas me animo a conectar con esa niña capaz de jugar la realidad, de pintar la oscuridad, de volar…y practico un nuevo juego descubriendo consonantes, en este Viaje de IDA.